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lunes, 19 de junio de 2023

LECCIÓN DE MORFOSINTAXIS: ORACIÓN COPULATIVA

Tras cerrar la puerta de la calle, primer acercamiento a la morfología, besos de sabor sustan­tivo. El sustantivo, lo sustantivo, protagonista del sujeto. Sujetar, morigerar el alboroto morfológico. Fundamental en la oración, el sustan­tivo es la esencia, término primario, líder de la morfología humana.

En el salón los ojos, actualizadores y cuantificadores del sustantivo, determinantes que lo orientan y perfilan. Se dilatan y salen de las órbitas los determinantes. Circundan la belleza morfológica, la admiran y ensalzan. Con ellos los labios se deslizan sustantivos, sustanciales, sustanciosos. Se fragua el sustantivo sujeto. La clave del sexo. Asoma una avanzadilla de preposiciones y conjunciones dispuestas a expandir el ánima del sustantivo, aproximación a la sintaxis. Las manos son preposiciones, las caricias conjunciones. Un resto de cremalleras y botones desabrochados caen en un sillón. Manos y caricias recorren, multiplican, zurean, enardecen piel y orillas. Conjunciones, pre­posiciones y posiciones, en torno al sexo, al sustantivo, al sujeto.

Camino del dormitorio, por la morfología desnuda, íntima y enajenada serpea un roseo de adjetivos con destino al atributo. El adjetivo es término secundario, atribuye cosas al sustantivo, se las asocia. Adorna al sustantivo, lo colorea y personaliza, le da temperatura, infunde su sustancia. El adjetivo atributo es la sangre que riega e inflama vulva y glande. Pero el adjetivo es de morfología débil, carece de autonomía existencial, es parásito, necesita del sustantivo. El adjetivo se reviste de atributo en su afán por distinguirse del sustantivo, tiene su orgullo, va de im­portante, de decisivo, aunque en realidad busca al sustantivo como el espermato­zoide al óvulo, le va en ello la vida. El atributo es la necesidad de sintaxis.

Jo, eso sí que cuesta, acertar con el adjetivo apropiado en los aledaños mismos de la cama. Poroso, dilatado, sublime, apátrida, asombroso, seráfico, venusapolí­neo o no, recamado, grosero, tenaz, endémico, caliginoso, febril, epicúreo, politeísta, elíptico (de elipse, no de elipsis), barbián, hospitalario, multi­fundista, suculento, embocado, machihembrado, hembrimachado, polifásico, decúbito prono o supino, teologal, neurálgico, fastuoso, insensato, turbador, masturbador a ratos, litúrgico, satinado, melifluo según, omnímodo, piloso o no, violáceo, onomatopéyico... y algunos más.

Ya en la cama, morfología del adjetivo que se reviste de atributo, de todo atributo, y prepara y anuncia y escala niveles de superlativos con códigos paralingüísticos, suspiros y ayes bilabiados, nasaliza­dos, guturalizados. Sujeto, atributo y, ahora sí, ya sí, el verbo, tercero en concordia. Ser. Morfología de ser, modos y tiem­pos, conjugación en modo asistencial, sólo subsidiaria del contexto, porque ser, aun intitulado por antonomasia verbo copulativo, no significa, no aporta acción. Apariencia de verbo. Y sin embargo, soberbia su única labor, imperial, y de qué manera, nexo que engarza sujeto y atributo y los hace una sola carne hacia un orgasmo verdadero, cópula. Unión íntima, estrecha, caliente, candente, coito, cópula. Símbolo de sintaxis, presencia de sintaxis. Sintaxis es relación, in­teracción. Morfología y sintaxis confluyen en ser, ser liga y religa sujeto y atributo. Sujeto, cópula y atributo, morfosintaxis, oración copulativa. Sexo, ser y atributo, taumatúrgico y todos los demás. Hasta el clímax copular y el declive del sudor compartido.