El sustantivo política
La política lubrica el culto propio y de extraños de la personalidad propia. Espejo de mentecatos y presumidos, desvirgue de honestidades, cadena de estructuras e intereses, generador de frustraciones, escalera al suicidio, lodo y albatros. Capacidad de exterminio. Adquisición del poder y regreso a la obediencia de los demás.
Simbólica como el lenguaje. Un sustantivo, concreto por demasiado abstracto.
Lo abstracto es duradero, permanente, incorrupto por ficticio, por intangible. El hombre inventó lo abstracto para embadurnar la realidad, la inmediatez, la cercanía (frase abstracta donde las haya: hombre, embadurnar, realidad, inmediatez, cercanía), para amortiguar la flor de los sentidos. Lo abstracto dignifica la masa encefálica del hombre, pero la reviste de cinismo. Lo abstracto es pura teoría, pura falsedad. La política, sustantivo abstracto a la deriva disfrazado de concreto carnaval.
Lo concreto es perecedero y contradictorio. Mortal y pedestre. Lluvia y loto. Otorga al hombre todas sus dimensiones. Liso y controvertido. Azul modernista. Inocencia y realidad. El sabor de unos labios que abrazan. La política no abraza, comprime. Los sustantivos concretos son almas en pena merodeando por los aledaños de la política: libros, aspirinas, carreteras, grifos, pan, monedas, hormigas, desfiladero, elefantes, cementerio. Sustantivos sin determinantes ni adjetivos, libres, desnudos, solitarios y paradójicos. La política espanta a las hormigas y elude desfiladeros de elefantes viejos y cansados camino del cementerio. Los sustantivos concretos airean la voz de la conciencia política, esa que nunca se escucha aunque se oiga.
Los sustantivos abstractos son la inteligencia deformada. Los concretos, la realidad atrofiada. La política se alía con los primeros para manipular a los segundos. La política es la brutalidad de los primeros y la contradicción de los segundos.