COMO SIEMPRE
Rebosándonos el vino por las pestañas, propongo
a Groucho un juego de enigmas y mentiras, con apuesta incluida, en torno a los
etéreos conceptos de la existencia. Testigo de excepción, Custodio el camarero
con su mudez pálida y alucinada.
Comienza el juego, tú tiras:
R. Si nada es nada, ¿qué piensas?
G. Que nada hay que escribir.
R. Luego pensar es escribir.
G. Pensar es elaborar la palabra,
escribir es depositarla en la conciencia histórica del hombre.
R. Por qué recurres a la grandilocuencia
en algo tan sencillo.
G. Estoy harto de proponer la verdad, y
nadie me atiende.
R. Bah, pierdes. La verdad nadie la
posee, confundes conocimientos y experiencias con verdad.
G. Entonces, ¿cuándo eres tú más
sincero?, ¿cuando piensas o cuando escribes?
R. Yo siempre digo la verdad.
G. ¿La que piensas o la que escribes? Pierdes.
R. Luego, condicionamos la conciencia
histórica del hombre, la manipulamos con falso marchamo de garantía.
G. Así de bella es la palabra, frágil y
legendaria como una flor de loto.
R. Ambiciosa de sentimientos como la
noche, útil como un martillo, peligrosa como la guerra, tenaz como un atleta,
a veces reposada como las aguas del estanque, a veces alocada como la
esperanza.
G. ¿Cuántas expresiones de poetas acabas de
recopilar? Pierdes. Nunca se debe acercar la palabra al ridículo.
R. Si te sientes impelido a saltar al
escenario, y, una vez allí, te ves ridículo, ¿es que no sabías a dónde ibas?
G. Seguro. En ocasiones he insistido en
tomar el testigo del megáfono, y cuando se han agotado las pilas, he suplicado
hasta con los gestos.
R. Han soñado las marismas con pájaros
muertos, con folklore de insecticidas por doquier. Han protestado las olas del
mar.
G. Bueno, ¿y qué? El veneno no está en la
composición química, pobrecita ella. Está en el bolsillo, en la cartera, en la
cuenta corriente. El veneno se origina en los genes de la ambición, se
reproduce en las amistades peligrosas, se manifiesta en los frutos, y…
R. …y se perpetúa en la ética de la
inmoralidad.
G. ¿Cómo?
R. Se perpetúa en las leyes.
G. ¿Y qué son las leyes?
R. Pues eso. Pierdes.
G. No entiendo.
R. ¿Has oído a un niño llorar en el
silencio de la madrugada?
G. No entiendo.
R. ¿Por qué los enamorados buscan la
oscuridad?
G. No entiendo.
R. ¿Por qué se roba de noche y se perjura
de día?
G. Tú lo sabes.
R. ...
G. ¿Y?
R. La noche es la verdad, diáfana y
despiadada; el día, la ley.
G. No entiendo.
R. Responde, amigo: ¿cuántas veces has
soñado que eras feliz?
G. Ninguna, ¿y qué? Pierdes.
R. ¿Por qué?
G. Porque la tierra es barro disecado.
Porque el ritmo destila cascabeles sin freno. Porque la sangre arrima claveles
sin destino. Porque mesura es palabra peyorativa. Porque el coche arranca con
estruendo obligadamente. Porque las mujeres rubias se tiñen día a día.
R. Entonces, tú no crees en el susurro de
una canción en medio de gritos.
G. Yo sólo creo en mí, y con fatiga de
recelos. Cantan con acordes de billetes. Aplauden con cheques, hasta con
tarjetas de crédito. Pintan barbas pobladas de simulación. Justifican
intolerancia de denuncias con prudencia. Prudencias de temores y miedos. No se
atreven.
R. Pierdes. ¿No se atreven a qué?
G. ¿Tú conoces eso de “las verdades del
barquero”?
R. Sí. Pierdes.
G. ¿Por qué?
R. Porque todavía debe de quedar alguna
mirada reposada en el camino, que distribuya admiraciones y destellos, que
oscurezca las líneas del dinero y alumbre manos abrazadas, que entone el cariño
de la libertad.
G. ¿Y qué es la libertad?
R. Esa pregunta no vale.
G. Pierdes.
R. No seas estúpido, cuando la alcance te
lo digo.
G. Pero pierdes.
R. Insisto, no seas estúpido: si yo
pierdo en esta pregunta, tú también pierdes. Todos perdemos.
G. Es inútil. La tenemos perdida desde
siempre. La libertad es un concepto lleno de pasiones nunca vividas. La
libertad sólo existe en la palabra que la expresa, y se agota en su pura
expresión.
R. Entonces, la libertad es Dios.
G. No, pero se le parece mucho.
R. Entonces, ¿Dios?
G. Pierdo. ¿Quién lo conoce?
R. ¿Dios conoce a Dios?
G. Dios y la libertad se conocen. Estoy
convencido.
Tablas, como siempre. Llena, Custodio.
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