Tras cerrar la puerta de la calle, primer
acercamiento a la morfología, besos de sabor sustantivo. El sustantivo, lo
sustantivo, protagonista del sujeto. Sujetar, morigerar el alboroto
morfológico. Fundamental en la oración, el sustantivo es la esencia, término
primario, líder de la morfología humana.
En el salón los ojos, actualizadores y
cuantificadores del sustantivo, determinantes que lo orientan y perfilan. Se dilatan
y salen de las órbitas los determinantes. Circundan la belleza morfológica, la
admiran y ensalzan. Con ellos los labios se deslizan sustantivos, sustanciales,
sustanciosos. Se fragua el sustantivo sujeto. La clave del sexo. Asoma una
avanzadilla de preposiciones y conjunciones dispuestas a expandir el ánima del
sustantivo, aproximación a la sintaxis. Las manos son preposiciones, las
caricias conjunciones. Un resto de cremalleras y botones desabrochados caen en
un sillón. Manos y caricias recorren, multiplican, zurean, enardecen piel y
orillas. Conjunciones, preposiciones y posiciones, en torno al sexo, al
sustantivo, al sujeto.
Camino del dormitorio, por la morfología
desnuda, íntima y enajenada serpea un roseo de adjetivos con destino al
atributo. El adjetivo es término secundario, atribuye cosas al sustantivo, se
las asocia. Adorna al sustantivo, lo colorea y personaliza, le da temperatura,
infunde su sustancia. El adjetivo atributo es la sangre que riega e inflama
vulva y glande. Pero el adjetivo es de morfología débil, carece de autonomía
existencial, es parásito, necesita del sustantivo. El adjetivo se reviste de
atributo en su afán por distinguirse del sustantivo, tiene su orgullo, va de importante,
de decisivo, aunque en realidad busca al sustantivo como el espermatozoide al
óvulo, le va en ello la vida. El atributo es la necesidad de sintaxis.
Jo, eso sí que cuesta, acertar con el
adjetivo apropiado en los aledaños mismos de la cama. Poroso, dilatado, sublime,
apátrida, asombroso, seráfico, venusapolíneo o no, recamado, grosero, tenaz,
endémico, caliginoso, febril, epicúreo, politeísta, elíptico (de elipse, no de
elipsis), barbián, hospitalario, multifundista, suculento, embocado, machihembrado,
hembrimachado, polifásico, decúbito prono o supino, teologal, neurálgico, fastuoso,
insensato, turbador, masturbador a ratos, litúrgico, satinado, melifluo según,
omnímodo, piloso o no, violáceo, onomatopéyico... y algunos más.
Ya en la cama, morfología del adjetivo
que se reviste de atributo, de todo atributo, y prepara y anuncia y escala
niveles de superlativos con códigos paralingüísticos, suspiros y ayes bilabiados,
nasalizados, guturalizados. Sujeto, atributo y, ahora sí, ya sí, el verbo,
tercero en concordia. Ser. Morfología de ser, modos y tiempos, conjugación en
modo asistencial, sólo subsidiaria del contexto, porque ser, aun intitulado por
antonomasia verbo copulativo, no significa, no
aporta acción. Apariencia de verbo. Y sin embargo, soberbia su única labor, imperial,
y de qué manera, nexo que engarza sujeto y atributo y los hace una sola carne
hacia un orgasmo verdadero, cópula. Unión íntima, estrecha, caliente, candente,
coito, cópula. Símbolo de sintaxis, presencia de sintaxis. Sintaxis es
relación, interacción. Morfología y sintaxis confluyen en ser, ser liga y
religa sujeto y atributo. Sujeto, cópula y atributo, morfosintaxis, oración
copulativa. Sexo, ser y atributo, taumatúrgico y todos los demás. Hasta el clímax
copular y el declive del sudor compartido.