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lunes, 29 de septiembre de 2025

FRAGMENTOS DE LIBRETAS (3)

 

Síntomas

 

El paso de la pubertad a la adolescencia, como los demás procesos migratorios —que no evolutivos— del ser humano, no viene marcado por la caída de hojas del calendario, evidencia de cotejo tan archimanoseado como perogrullo. Pero esta travesía tampoco aparece rotulada por anuncios o avisos exógenos, no, no son señales de tráfico que te advierten a trescientos metros una rotonda, reduce a setenta, ahora a cien metros, reduce a sesenta, a cuarenta, aquí está la rotonda, ceda el paso. No. Ni siquiera sirve el codazo de espabila que ya tienes edad.

El tránsito, único, específico, intransferible, con turbinas propias por muy homologables que vengan de fábrica, se produce con la decisión exclusiva de incorporarse a la rotonda. Y es entonces cuando, al girar y girar por ella en busca de la salida, sin apenas advertirlo se perciben ya las turbulencias de la adolescencia.

Por eso, el adolescente activo, el que ejerce de adolescente, fluctúa por un campo de amores, ambiciones y sospechas, siempre en trance de definición, asteroide impertinente que acucia y rebeldea con sus centelleos metafísicos y epidérmicos.

Emoción, seguridad, cariño, piel, solidaridad, posesión, bondad, rendición, poder, soledad, músculo, verdad… (añádase listado de cuantas páginas sean necesarias) y sus antónimos, amasijo de hilos aún sin desovillar.

Años de titubeos con decisiones sublimadas todas ellas, hasta en los batacazos.

Esta forma de hacerse, fraguarse o serse (sic Una­muno) entronca y se pierde en el pasado más allá de la civilización de los ante­pasados del minotauro de Creta.

martes, 16 de septiembre de 2025

FRAGMENTOS DE LIBRETAS (2)

 

Dos fervores

 

En el hecho religioso, además de en otros de similar categoría social, existen dos fervores: el interno y el externo.

El interno se genera y prospera en el espíritu, alma o cosa invisible que hemos convenido en llevar dentro, por más que ese dentro tampoco alcancemos a concretarlo, situarlo, perimetrarlo o cosificarlo. Lo que parece más o menos indiscutible es su existencia, por efluvios, emociones, deslumbramientos, vibraciones, pálpitos, esperanzas, vitalismos, amparos, redenciones, universos de quisicosas que brotan de un manantial íntimo, sea cual fuere su recóndito lugar de ubicación. Justamente lo que se le viene resistiendo a la ciencia, dónde se encuentra tan escurridizo surtidor. Años y años lleva con cábalas o con sagaces investigaciones aunque saturadas de controversias, y todavía no. Pero como últimamente anda empecinada en localizarnos hasta la hormona de la bondad, es de alabar sus arduos y perseverantes rastreos, sin subvenciones y relegada a la sombra por determinados grupos de presión. Mientras tanto, convengamos que, dado el nivel cultural y científico medio de la población, existe un abstracto del espíritu del que por el momento se desconoce su genoma completo.

En cuanto al externo, este sí, este es palpable, mensurable, loable, soportable o insoportable. El rito. Sostén de la fe, valedor, canal, amparo, coartada, recurso, plétora, reflector, embozo, espejismo, cubrecarencias. En el universo creyente, no hay religión sin fervor, no hay fervor sin culto, no hay culto sin rito. En esto la ciencia no tiene nada que hacer. Todo rito religioso es alegoría más o menos feliz, más o menos creíble, viable, más o menos forzada, dogmatizada, más o menos propagada, apostolada, más o menos enfervorizada, prosélita; pero cuando se dispara a hipérbole, se convierte en folklore, de todas todas.

martes, 2 de septiembre de 2025

FRAGMENTOS DE LIBRETAS (1)

 

Aproximación a El Príncipe de Maquiavelo

  

La política es el arte cesáreo del Rubicón. Acertar con el momento de atravesar el río e iniciar la marcha sobre Roma. La victoria procede de la opor­tunidad. Equilibrio entre observación y acción. El poder como objetivo. Una vez conseguido, apenas cuentan las promesas. Im­porta la victoria y su duración, aquí radica el acierto de la oportunidad.

Utiliza la ideología para llegar, pero después despréndete de ella, es una carga, no tanto pesada como incómoda. Bagaje ideológico con ade­cuada punción dialéctica te prestigia en el partido, entre la élite, el grueso de la militancia es de aluvión. Así que guárdate de la minoría ideologi­zada, esos abrevan en la misma ambición que tú. Sin embargo, únete a ellos, pégate. Un buen marcaje. Ponte a su nivel ideológico y dialéctico, pero poco a poco.

En la primera reunión suelta un picotazo, sólo uno, lo justo para que adviertan tu presencia, pero nada más.

En la segunda puntea dos veces: una hacia la mitad de su transcurso; y luego al final, ahí recoge a modo de re­sumen las ideas de la oligarquía pensante, pero mixtificadas por tu sello personal, que parezca que son tuyas. Dejarás un regusto de interés y valor en la mayoría, aunque también de recelo en el núcleo restringido de moqueta y sillones permanentes, vitalicios.

Ya sabes, desde ese momento, te has si­tuado en la misma línea de salida de ellos. Extrema la prudencia, el ingenio y la malicia. Comenzarán a llegarte abrazos de oso. No los rehúyas, delatarías tus flaquezas. Transfórmate tú en el oso del abrazo.

Para la tercera reunión, no lo olvides, te van a provocar desde el principio, mantente a distancia, responde con frases cortas y displicentes, que condicionen las intervenciones de los otros. Al final, esperarán que repitas con nuevo resumen, no lo hagas, déjalos con la sensación de que ha faltado, para que comparen tu intervención final de la segunda reunión con la ausencia de intervención en esta tercera. El trastorno es buen aliado.

De ahí en adelante, guíate por la intuición y una cierta graduación de audacia dialéctica. Los oligarcas decididamente tomarán posiciones frente a ti. Abrázalos más, más dosis de oso. Únete más todavía a ellos, juega a ser sincero, con todo el descaro que te alcance. Hasta que consigas no sólo que te odien, sino que te teman. El odio no importa. El temor, sí, el temor los desequilibra y hace vul­nerables. Temor y vulnerabilidad se convierten en binomio progresivo y fatalista. Se te rendirán medio metro antes de caer en lo irremediable.

Sin em­bargo, no creas que te será fácil. Ellos también son cínicos y desalmados. Ga­nará quien mejor utilice estas dos cualidades genuinamente políticas.

lunes, 19 de junio de 2023

LECCIÓN DE MORFOSINTAXIS: ORACIÓN COPULATIVA

Tras cerrar la puerta de la calle, primer acercamiento a la morfología, besos de sabor sustan­tivo. El sustantivo, lo sustantivo, protagonista del sujeto. Sujetar, morigerar el alboroto morfológico. Fundamental en la oración, el sustan­tivo es la esencia, término primario, líder de la morfología humana.

En el salón los ojos, actualizadores y cuantificadores del sustantivo, determinantes que lo orientan y perfilan. Se dilatan y salen de las órbitas los determinantes. Circundan la belleza morfológica, la admiran y ensalzan. Con ellos los labios se deslizan sustantivos, sustanciales, sustanciosos. Se fragua el sustantivo sujeto. La clave del sexo. Asoma una avanzadilla de preposiciones y conjunciones dispuestas a expandir el ánima del sustantivo, aproximación a la sintaxis. Las manos son preposiciones, las caricias conjunciones. Un resto de cremalleras y botones desabrochados caen en un sillón. Manos y caricias recorren, multiplican, zurean, enardecen piel y orillas. Conjunciones, pre­posiciones y posiciones, en torno al sexo, al sustantivo, al sujeto.

Camino del dormitorio, por la morfología desnuda, íntima y enajenada serpea un roseo de adjetivos con destino al atributo. El adjetivo es término secundario, atribuye cosas al sustantivo, se las asocia. Adorna al sustantivo, lo colorea y personaliza, le da temperatura, infunde su sustancia. El adjetivo atributo es la sangre que riega e inflama vulva y glande. Pero el adjetivo es de morfología débil, carece de autonomía existencial, es parásito, necesita del sustantivo. El adjetivo se reviste de atributo en su afán por distinguirse del sustantivo, tiene su orgullo, va de im­portante, de decisivo, aunque en realidad busca al sustantivo como el espermato­zoide al óvulo, le va en ello la vida. El atributo es la necesidad de sintaxis.

Jo, eso sí que cuesta, acertar con el adjetivo apropiado en los aledaños mismos de la cama. Poroso, dilatado, sublime, apátrida, asombroso, seráfico, venusapolí­neo o no, recamado, grosero, tenaz, endémico, caliginoso, febril, epicúreo, politeísta, elíptico (de elipse, no de elipsis), barbián, hospitalario, multi­fundista, suculento, embocado, machihembrado, hembrimachado, polifásico, decúbito prono o supino, teologal, neurálgico, fastuoso, insensato, turbador, masturbador a ratos, litúrgico, satinado, melifluo según, omnímodo, piloso o no, violáceo, onomatopéyico... y algunos más.

Ya en la cama, morfología del adjetivo que se reviste de atributo, de todo atributo, y prepara y anuncia y escala niveles de superlativos con códigos paralingüísticos, suspiros y ayes bilabiados, nasaliza­dos, guturalizados. Sujeto, atributo y, ahora sí, ya sí, el verbo, tercero en concordia. Ser. Morfología de ser, modos y tiem­pos, conjugación en modo asistencial, sólo subsidiaria del contexto, porque ser, aun intitulado por antonomasia verbo copulativo, no significa, no aporta acción. Apariencia de verbo. Y sin embargo, soberbia su única labor, imperial, y de qué manera, nexo que engarza sujeto y atributo y los hace una sola carne hacia un orgasmo verdadero, cópula. Unión íntima, estrecha, caliente, candente, coito, cópula. Símbolo de sintaxis, presencia de sintaxis. Sintaxis es relación, in­teracción. Morfología y sintaxis confluyen en ser, ser liga y religa sujeto y atributo. Sujeto, cópula y atributo, morfosintaxis, oración copulativa. Sexo, ser y atributo, taumatúrgico y todos los demás. Hasta el clímax copular y el declive del sudor compartido.