Aproximación a El Príncipe de Maquiavelo
La política es el arte cesáreo del Rubicón. Acertar con el momento de atravesar el río e iniciar la marcha sobre Roma. La victoria procede de la oportunidad. Equilibrio entre observación y acción. El poder como objetivo. Una vez conseguido, apenas cuentan las promesas. Importa la victoria y su duración, aquí radica el acierto de la oportunidad.
Utiliza la ideología para llegar, pero después despréndete de ella, es una carga, no tanto pesada como incómoda. Bagaje ideológico con adecuada punción dialéctica te prestigia en el partido, entre la élite, el grueso de la militancia es de aluvión. Así que guárdate de la minoría ideologizada, esos abrevan en la misma ambición que tú. Sin embargo, únete a ellos, pégate. Un buen marcaje. Ponte a su nivel ideológico y dialéctico, pero poco a poco.
En la primera reunión suelta un picotazo, sólo uno, lo justo para que adviertan tu presencia, pero nada más.
En la segunda puntea dos veces: una hacia la mitad de su transcurso; y luego al final, ahí recoge a modo de resumen las ideas de la oligarquía pensante, pero mixtificadas por tu sello personal, que parezca que son tuyas. Dejarás un regusto de interés y valor en la mayoría, aunque también de recelo en el núcleo restringido de moqueta y sillones permanentes, vitalicios.
Ya sabes, desde ese momento, te has situado en la misma línea de salida de ellos. Extrema la prudencia, el ingenio y la malicia. Comenzarán a llegarte abrazos de oso. No los rehúyas, delatarías tus flaquezas. Transfórmate tú en el oso del abrazo.
Para la tercera reunión, no lo olvides, te van a provocar desde el principio, mantente a distancia, responde con frases cortas y displicentes, que condicionen las intervenciones de los otros. Al final, esperarán que repitas con nuevo resumen, no lo hagas, déjalos con la sensación de que ha faltado, para que comparen tu intervención final de la segunda reunión con la ausencia de intervención en esta tercera. El trastorno es buen aliado.
De ahí en adelante, guíate por la intuición y una cierta graduación de audacia dialéctica. Los oligarcas decididamente tomarán posiciones frente a ti. Abrázalos más, más dosis de oso. Únete más todavía a ellos, juega a ser sincero, con todo el descaro que te alcance. Hasta que consigas no sólo que te odien, sino que te teman. El odio no importa. El temor, sí, el temor los desequilibra y hace vulnerables. Temor y vulnerabilidad se convierten en binomio progresivo y fatalista. Se te rendirán medio metro antes de caer en lo irremediable.
Sin embargo, no creas que te será fácil. Ellos también son cínicos y desalmados. Ganará quien mejor utilice estas dos cualidades genuinamente políticas.